En el Día Mundial de los Glaciares, celebrado el 21 de marzo, la comunidad internacional refuerza la urgencia de proteger estos reservorios naturales de agua dulce, fundamentales para miles de millones de personas y ecosistemas en todo el planeta. La fecha fue instituida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el marco del Año Internacional de la Preservación de los Glaciares (2025), un llamado global a la acción ante el rápido retroceso glaciar. En los Andes, donde nacen los grandes ríos que alimentan la Amazonía, la pérdida acelerada de hielo amenaza la seguridad hídrica de millones de personas. Ante este escenario, el Proyecto Cuenca Amazónica – Implementación del PAE (OTCA/PNUMA/GEF) está apoyando el monitoreo de glaciares en Bolivia y Perú para medir la velocidad del retroceso glaciar y respaldar estrategias que garanticen la seguridad hídrica de las poblaciones que dependen de este recurso esencial. Tres estaciones de monitoreo ya están en funcionamiento en Bolivia, y otras cuatro de estos centinelas del clima serán instaladas en Perú.

Las intervenciones se realizan en asociación con los gobiernos nacionales y universidades, e involucran a las comunidades tradicionales cercanas a las áreas donde se están instalando las estaciones. Directamente afectadas por el retroceso glaciar, estas regiones, predominantemente agrícolas y ganaderas, dependen de los datos del monitoreo para comprender la variación en la disponibilidad de agua y desarrollar alternativas de adaptación que aseguren su uso eficiente.

 

 

Indígenas de la comunidad de Pacaje participan en un taller de sensibilización organizado por la Autoridad Nacional del Agua (ANA-Perú)

«Acceder a la información y trabajar junto con el gobierno para reducir el desperdicio y mejorar la calidad del agua es fundamental para la seguridad de nuestras familias, cultivos y ganado», afirma Juan Vilcalca, líder de la comunidad andina de Pacaje, en Perú, tras participar en un taller de sensibilización promovido por la Autoridad Nacional del Agua (ANA).

Actualmente, tres estaciones de monitoreo ya están operando en Bolivia, y otras cuatro serán implementadas en Perú. Los equipos capturan datos sobre temperatura, precipitación y flujo de agua proveniente de los glaciares, permitiendo seguir la velocidad del deshielo y anticipar escenarios críticos.

Cuando el hielo desaparece

El retroceso glaciar en los Andes peruanos ya ha alcanzado el 56% en las últimas seis décadas, mientras que en Bolivia los glaciares se han reducido en un 43% en los últimos 30 años. Este fenómeno ha generado crisis hídricas severas, con impactos profundos en la economía y en la vida de millones de personas. En 2016, Bolivia enfrentó la peor sequía en 25 años. Siete de las diez principales ciudades bolivianas sufrieron escasez de agua, afectando a 125 mil familias, 290 mil hectáreas de tierras de cultivo y 360 mil cabezas de ganado.

En la capital La Paz y en la vecina El Alto, que dependen en gran medida de los glaciares para el abastecimiento de sus más de 1,6 millones de habitantes, cien barrios se quedaron sin agua por más de un mes. El retroceso glaciar se ha convertido en una amenaza constante para la seguridad hídrica de estas dos ciudades enclavadas en los Andes.

En las comunidades tradicionales del entorno, donde los Andes tienen un valor sagrado, los impactos devastadores del deshielo han alterado los modos de vida y subsistencia. Héctor Choquehuanca, agricultor de la comunidad de Quiñuma, vio desaparecer el glaciar milenario que cubría la montaña Hampaturi con la sequía de 2016. «Desde entonces, dejamos de sembrar y nuestro ganado disminuyó debido a la falta de agua», relata.

 

Héctor Choquehuanca, agricultor de la comunidad de Quiñuma, en los Andes bolivianos

En Perú, donde 20 millones de personas se benefician, directa o indirectamente, del agua de los glaciares andinos, la reducción de estas reservas compromete el abastecimiento, la agricultura y la ganadería, además de aumentar el riesgo de desastres naturales, como inundaciones y deslizamientos.

Impacto más allá de los glaciares

Los impactos de este fenómeno afectan a toda la Cuenca Amazónica. La reducción de los glaciares impacta directamente el caudal de los ríos que abastecen la región, pudiendo disminuir el flujo de agua en hasta un 20%, agravando sequías e inundaciones. Al mismo tiempo, la degradación ambiental de la Amazonía retroalimenta esta crisis. Las cenizas de los incendios forestales en la selva, conocido como carbono negro, acelera el derretimiento de los glaciares, creando un ciclo de degradación que amenaza los ecosistemas acuáticos y terrestres, así como la seguridad hídrica de millones de personas.

Protegiendo el futuro

Monitorear la reducción de los glaciares es esencial para garantizar la disponibilidad sostenible de agua y la preservación de los ecosistemas andinos y amazónicos. En Bolivia, la recolección de datos realizada por el Instituto de Hidráulica e Hidrología (IHH) de la Universidad de San Andrés apoyará un modelo de gestión para mejorar el uso del agua y prevenir crisis como la de 2016. Además, el monitoreo ayudará a proteger cuatro microcuencas amazónicas de la disminución del flujo hídrico, que podría comprometer los ecosistemas y los medios de vida locales.

En Perú, se instalarán cuatro estaciones de monitoreo en las cordilleras de Vilcanota y Carabaya, que albergan nacientes de ríos esenciales para la cuenca amazónica y el abastecimiento de más de 1,3 millones de personas. El objetivo es fortalecer la resiliencia de ciudades y comunidades afectadas por el deshielo, permitiendo la planificación de medidas para garantizar el abastecimiento futuro.

Estas acciones forman parte de la estrategia de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) para la gestión compartida de los recursos hídricos de la Cuenca Amazónica, con el enfoque de Fuente a Mar. Este concepto considera la cuenca de manera sistémica, desde las nacientes en los Andes hasta el océano Atlántico, promoviendo la cooperación intergubernamental para enfrentar los desafíos hídricos y mitigar los impactos de eventos climáticos extremos.

 

Foto de portada: Visita técnica a la cordillera Real, en Condoriri, Bolivia, donde se instalaron estaciones meteorológicas

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